Por Verónica Yáñez
El concepto de “retroalimentación” (o feedback) tiene sus orígenes en el mundo de la Física. En 1950, lo acuñó el matemático estadounidense Norbert Wiener para nombrar al proceso de reinsertar en el sistema los resultados de su propia actividad. Llevándolo a las Ciencias Sociales, la retroalimentación se refiere al uso, como insumo, de la información producida en un proceso.
En el ámbito educacional, la retroalimentación es considerada una de las estrategias más efectivas para mejorar los aprendizajes de los estudiantes (Hattie, 2009). Si bien el foco de este artículo va a estar en la retroalimentación hacia el alumno, no cabe duda que el profesor también debe contar con espacios para llevarla a cabo, tanto a partir de observaciones de su desempeño como de evidencias sobre el aprendizaje de sus estudiantes. En ambos casos, la retroalimentación debería promover la práctica reflexiva a partir de la evidencia con el fin de modificar la práctica instruccional.
Respecto a los docentes, Bellei (2004), en su estudio sobre escuelas efectivas, advierte que una de las características comunes de estas escuelas es que los equipos directivos conocen lo que ocurre en el aula y entregan retroalimentación a los docentes. En el estudio internacional sobre la enseñanza y el aprendizaje (Talis, 2014), profesores señalan que recibir feedback ha contribuido a mejorar sus prácticas docentes. En la investigación, se observa que los profesores que reciben retroalimentación por su trabajo tienden a tener mayor confianza en sus propias habilidades y mayor satisfacción laboral. Por su parte, Hattie (1999), en un meta-análisis, estudió las estrategias educacionales que más influían en el desempeño académico, determinando que la retroalimentación es una de las que tiene efectos más poderosos.
Aproximándonos a lo que vamos a entender por retroalimentación, podemos señalar que corresponde a una intervención pedagógica que se vale de información evaluativa para reducir la distancia entre el objetivo o aprendizaje esperado y el estado o logro actual de un estudiante (Sadler, 1989), constituyéndose, por tanto, en la verdadera médula espinal de la evaluación para el aprendizaje o evaluación formativa.
En este contexto, una buena retroalimentación apoya el rendimiento académico, promueve la motivación, la autoregulación y la autoeficacia; todas variables claves del proceso escolar (Black y Wiliam, 1998). A su vez, la retroalimentación favorece el desarrollo de habilidades socioemocionales, apuntando a formar un estudiante más autónomo y con un rol más activo en su aprendizaje. Nicol (2010) señala que la retroalimentación debe ser generada como un diálogo, rico en detalles, adaptable a las necesidades de los estudiantes y orientado a promover la reflexión. Esto lo diferencia de un reforzamiento que es más jerárquico, estándar y centrado en los contenidos.
Considerando lo anterior, la retroalimentación debería ayudar a comprender mejor:
- El objetivo de aprendizaje: ¿Cuál es la meta?
- El estado actual de logro: ¿Dónde te encuentras ahora?
- Las maneras de acortar la brecha: ¿Cómo puedes llegar hasta la meta?
Para que la retroalimentación ayude a responder estas preguntas, y por ende ayude al alumno a mejorar, se necesita que el profesor tenga conocimiento del desarrollo de habilidades que constituyen las metas de aprendizaje (cómo progresa el conocimiento). También requiere que el docente pueda comunicar las metas de aprendizaje y los criterios de evaluación (lo que espera que el alumno sepa).
Como hemos visto, es importante retroalimentar y no da lo mismo cómo se hace. A continuación, se mencionan aspectos importantes de considerar para que resulte efectiva (Reynolds, 2013):
- Centrar la retroalimentación en el trabajo realizado con criterios claros y establecidos, no en las características personales de los alumnos
- Reconocer fortalezas y debilidades en los trabajos realizados
- No utilizar frases condescendientes ni excesivamente negativas
- Entregar sugerencias de la manera en que se podría haber elaborado una mejor respuesta
En el contexto de SEPA, donde el foco es que los resultados sean usados en un ciclo de uso de datos (que contempla leer el dato, promover una práctica reflexiva a partir de estos y formular acciones de mejora) un excelente insumo para poner en práctica la retroalimentación es el Reporte Detallado por Alumno. Este informe, que contiene las áreas logradas y no logradas, se puede trabajar con el estudiante para entregarle información que lo ayude a tener un rol más activo en su aprendizaje, a través del conocimiento de sus fortalezas y debilidades. Esto es mucho más significativo que entregarle un puntaje, un porcentaje de logro o decirle que está sobre o bajo el desempeño de sus compañeros. Además, aumentará su motivación por responder la prueba, al conocer el uso real de la información.
Para retroalimentar sobre este reporte es importante tener las siguientes consideraciones:
- Respecto del contexto: Es importante planificar la entrevista. Que el alumno conozca que se va a retroalimentar sobre su desempeño en la prueba SEPA. Que se realice en un momento y espacio adecuado.
- Respecto de la relación: Clarificar que se apunta a sus logros y desafíos en el desempeño, y no a calificar sus capacidades. Explicitar que el desempeño es mejorable.
- Respecto del contenido: Es importante que, primero, el docente lea el reporte completo y se forme una apreciación global del desempeño del alumno para elegir un foco. Partir con las áreas logradas por el alumno y, a partir de esto, visibilizar aprendizajes que están ya instalados en él/ella. En las áreas no logradas, agrupar por patrones que se puedan encontrar. Por ejemplo, en el reporte de Lenguaje, un tipo de texto en que estén concentradas las dificultades.
Algunas consideraciones importantes son:
- Plantear las dificultades como desafíos y hacer preguntas al estudiante del tipo “¿esto también te resulta difícil en clases?”
- Ayudarlo a visibilizar lo que aparece en el reporte comentando, por ejemplo, “esto lo trabajamos de tal manera en clases”
- Entregar feedback de cómo mejorar
- Llegar a acuerdos con el estudiante y que éstos queden por escrito, incluyendo los compromisos suyos y del profesor
De esta manera, el retroalimentar, a partir de este reporte SEPA, puede ayudar a instalar esta práctica utilizando distintas evidencias del aprendizaje. Todo apuntando a entregarle pistas al alumno sobre cómo mejorar y empoderándolo hacia constituirse en un agente más activo de su aprendizaje.
Referencias bibliográficas
– Bellei, C., et al. (2004). ¿Quién dijo que no se puede? Escuelas efectivas en sectores de pobreza, Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 2(1).
– Black, P., Wiliam, D., (1998). Assessment and Classroom Learning. Assessment in Education: Principles, Policy & Practice, 5(1), 7-74, DOI: 10.1080/0969595980050102
– Hattie, J. (1999). Influences on student learning, Inaugural professorial address, University of Auckland, New Zealand. http://www.arts.auckland.ac.nz/staff/index.cfm?P=8650
– Hattie, J., Timperley, H. (2007). The Power of Feedback. Review of Educational Research, 77, 81-11.
– Hattie, J, (2009). Visible learning: a synthesis of over 800 meta-analyses relating to achievement. Londres, Inglaterra, Routledge.
– Nicol, D. (2010). From monologue to dialogue: Improving written feedback processes in mass higher education. Assessment and Evaluation in Higher Education, 35(5), 501–517. https://doi.org/10.1080/02602931003786559
– Reynolds, L. (2013). Giving Student Feedback: 20 Tips To Do It Right. Recuperado desde http://www.opencolleges.edu.au/informed/features/giving-student-feedback/#ixzz2lwrzfThN.
– Sadler, D. (1989). Formative assessment and the design of instructional systems. Instructional Science 18(2), 119–44.
– Talis. (2013). Estudio internacional de la enseñanza y el aprendizaje (edición 2014). http://www.oecd.org/education/school/Spain-talis-publicaciones-sep2014_es.pdf